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Manual para inculcar a tus hijos hábitos saludables

Manual para inculcar a tus hijos hábitos saludables Sabemos que es muy común encontrarse en…

Manual para inculcar a tus hijos hábitos saludables

Sabemos que es muy común encontrarse en internet con recomendaciones constantes sobre tu salud. La primicia de: sigue estos pasos para tener una vida saludable, se repite entre todos los recovecos de las páginas que quieran hablar sobre estilos de vida sana. Los postulados son siempre los mismos: ejercicios, buena alimentación, protector solar y buena higiene. Es casi un ritual que nos repetimos constantemente; algunos para practicarlos y otros para estar de acuerdo en que hay algo por mejorar. Incluso, como ya hemos visto en nuestras entregas sobre el «mindfulness», también hay recomendaciones sobre el estrés.

Pero las cosas comienzan a complicarse, cuando nos preguntamos: ¿y qué pasa con los niños? ¿Todas estas recomendaciones sirven para ellos también? ¿O hay que cambiar algo? Porque es evidente que la retahíla de noticias sobre salud no llega a los ojos u oídos de los más pequeños, entonces: ¿qué debemos hacer para que nuestros hijos comiencen ese ritual? Y, además: ¿qué debemos hacer para que sea efectivo?

La salud y los niños.

El sedentarismo en los jóvenes viene preocupando a la comunidad médica desde hace ya unas décadas. Esto, junto con una alta cantidad de azúcares en los alimentos destinados para el consumo infantil, está desencadenado problemas tempranos en bastantes temas concernientes al desarrollo, en especial los cardiovasculares, óseos y musculares. Y es por esto que la obesidad es un tema frecuente y recurrente de consulta.
La actividad física regular puede ayudar a los niños y adolescentes a mejorar su condición cardiorrespiratoria, desarrollar huesos y músculos fuertes, controlar el peso, reducir los síntomas de ansiedad y depresión y reducir el riesgo de desarrollar condiciones de salud como: enfermedad del corazón, cáncer, diabetes tipo 2, alta presión sanguínea, osteoporosis y obesidad.
Y entonces, ¿cómo podemos evitarlo?

Inculcando una vida saludable.

Si eres un lector frecuente, sabrás que ya habíamos tratado anteriormente en nuestras publicaciones el tema de los límites al momento de exigirle algo a un niño. La importancia de ese texto radica en una verdad innegable: la fuerza de todo padre, es la admiración que sienten sus hijos por ellos. Saber administrar esa admiración, manteniendo límites y guiando el desarrollo hacia una convivencia que fomente el respeto, permitirá luego facilitar todas las otras dinámicas que te recomendamos aquí, las cuales, efectivamente, comienzan con esta misma observación:

  • No permitas que los hábitos de una vida saludable, se confundan con una orden.
    Siempre y en todo momento, mantén la idea de la manera más positiva posible. Reacciona a ella como un regalo o algo increíblemente satisfactorio. Mantén el discurso siempre hacia las posibilidades: aquello que pueden conseguir; una exploración de sus capacidades, de nuevos sabores y de nuevas sensaciones. Salir a caminar es una posibilidad para encontrar nuevos caminos. Ver las frutas y verduras en el supermercado, haciendo hincapié en lo apetitoso de cada una, permitiendo que participe de manera activa en las recetas y decida qué disfruta y qué no. Hay muchas maneras ingeniosas para mantener el interés a través de la curiosidad.
  • Usa el conocimiento y dale a éste un lugar importante en la mente del niño.
    Cada juego puede ser un ejemplo de ciencia aplicada. Los carros de juguete tienen mecánica y montar en bicicleta tiene sus secretos de aerodinámica. Mantener un ambiente de conocimiento, alcanzable y entendible, con pequeñas cápsulas de logros y resultado, es una excelente manera de inculcar la curiosidad por este. Aprender a amar la lectura y comprender lo que lee, le permitirá no solo alcanzar un nivel académico alto con más facilidad, sino que le permitirá conocer a detalle, por ejemplo, la información de las tablas nutricionales de los cereales.
  • Dale importancia a los sentidos y a la percepción del mundo.

Mencionemos un ejemplo práctico: la higiene no es un capricho, tiene un fin y ese fin puede experimentarse a través de los sentidos. Hacer que las sensaciones generen una respuesta, es recurrir al instinto para la preservación: algo que es muy útil, sobre todo en las edades más tempranas. Una piel sucia, un pelo engrasado, unos dientes sin lavar, una lengua mal aseada, el olor de las manos sin lavarse o de la ropa sucia. La comparación es la clave aquí, porque permite palpar lo que se dice en palabras. «Lávate las manos» es diferente a «mira, toca y huele tus manos y dime si están sucias»: la primera es una orden y la segunda, permite que el niño participe en la decisión, experimente y saque sus conclusiones. Puede sacar una conclusión errónea, por supuesto, pero ese error es una oportunidad para mostrar algo nuevo, experimentar algo nuevo y darle sentido a tus palabras.